jueves, 8 de enero de 2015


LA UTILIDAD DEL DIBUJO

La utilidad del dibujo, a pesar de su relación con muchos oficios,  no se está valorando en su justa medida. Esto lo favorece el desarrollo de las nuevas tecnologías  gráficas que permiten resolver muchos problemas de representación de imágenes que en otro tiempo eran competencia exclusiva del arte del dibujo.  Por lo tanto ya no se considera su aprendizaje -en profundidad- como algo verdaderamente necesario.

Sin embargo, dibujar es tan beneficioso para el desarrollo mental y sensorial, que simplificar su ejercicio no sólo tiende a atrofiar algunas capacidades, sino que hace desaparecer de las obras artísticas,  componentes tan importantes como la “armonización de los defectos” o la modulación de las proporciones.

PONER LAS COSAS EN SU SITIO
El dibujo no es un arte menor. Toda representación de imágenes en el plano o el espacio implica dibujar. Ya se trate de trazar, manchar, tallar o distribuir elementos, el criterio del creador se mueve siempre entre el ver y el pensar. Entre el examinar y el decidir. En definitiva, hay que poner las cosas en “su” sitio. Y ese es precisamente el territorio del dibujo.


Dibujar es representar las cosas que vemos bajo diferentes motivaciones. Desde la puramente descriptiva  o informativa, hasta la más emotiva, artística, o incluso provocativa.

LA FASCINACIÓN DEL PROCESO
Pero si algo hay en el dibujo capaz de cautivar al que lo practica, sin duda lo encontramos en su proceso. Y es que la mejor manera de tomar conciencia sobre cómo son las cosas, es dibujándolas. El arqueólogo cuando encuentra una pieza, se apresura a dibujarla También puede fotografiarla, pero será el dibujo el que le permita aprehender la forma y características de su hallazgo. La fotografía es un excelente documento, pero el dibujo graba la forma en su memoria.


Podéis probar un sencillo experimento. Dibuja en este mismo momento algo de memoria, un rinoceronte por ejemplo. Inténtalo. Dificil, ¿verdad?. Crees que sabes cómo es,  porque lo has visto varias veces. Porque cuando lo ves reconoces perfectamente de qué se trata. Pero no es suficiente porque nunca lo has intentado dibujar. Busca ahora una foto de un rinoceronte y cópiala, fijándote muy bien en seguir las formas que tienes delante, sin descuidar las proporciones. Dentro de un rato prueba de nuevo. Vuelve a intentar dibujar ese animal  de memoria. Sorprendentemente conseguirás un dibujo mucho más concreto que en el primer intento. Es evidente que cuando has dibujado algo, has adquirido un conocimiento de la forma de esa cosa que probablemente tardarás mucho tiempo en olvidar. Por eso, al naturalista, al arqueólogo, al botánico, etc. no le basta con tomar una o varias fotografías del objeto de su análisis. Necesita entender su descubrimiento y para ello, lo mejor es dibujarlo.

En el proceso del dibujo se sincronizan diferentes capacidades con el fin de establecer una íntima conexión entre lo que se ve o lo que se imagina y lo que se representa. Ver, pensar, representar, rectificar, mover, intuir, relacionar, comparar, etc. son acciones que se activan en el acto mismo de dibujar y sobre las que la voluntad, el criterio y el gusto personal, interactúan de manera fascinante.  El progreso de un dibujo realizado bajo este presupuesto es una aventura extraordinaria, sobre todo cuando empiezas a notar que todo tiene su lugar, que todo se conecta con todo, que los espacios vacíos son también dibujo y que algunos trazos empiezan a  molestar y sin embargo otros ya los consideras imprescindibles. Pronto, las formas, las posiciones de las manchas y los trazos empiezan a sugerir significados, expresiones, sensaciones espaciales, descripciones, etc. y un nuevo recreo se presenta; luchar por afinar esos contenidos a fin de que el resultado satisfaga al máximo posible las expectativas del dibujante.















Al final, el resultado. Un dibujo, una pintura, una escultura o una instalación que provocará en el espectador diferentes estímulos. Para el artista que dibuja, la satisfacción del resultado es la consecuencia del final de un proceso.

DIBUJAR SIN FUNDAMENTO
Actualmente  se está generalizando un uso del dibujo muy diferente. El objetivo de gran parte de las tendencias artísticas contemporáneas, especialmente las más realistas, consiste en buscar un resultado sorprendente. El conocido como "efecto Wow". Imágenes fáciles pero directas e impresionantes. Muchas veces potenciadas por los grandes formatos, los potentes efectos de contraste y la alta definición. Y si bien es cierto que los contenidos en ocasiones pueden llegar a ser muy interesantes, por lo que la imagen nos dice, el hecho de la “ejecución manual”, apenas aporta nada nuevo a lo que la fotografía ya resolvió. En el caso de la escultura, el empleo de moldes o impresiones 3D se mueve en el mismo orden de cosas.

Para alcanzar esos objetivos se emplean atajos. Estos, no son más que desarrollos de los métodos que en otro tiempo los artistas empleaban para copiar o ampliar sus propias creaciones. Entre ellos estarían  la cuadrícula, el calco o mas recientemente el transfer o la proyección. Es decir, lo que antes eran técnicas para transportar la obra del soporte en el que se había creado a otro nuevo, como, por ejemplo, era el caso de la pintura mural,  ahora resulta que es la única intervención “manual” que el artista desarrolla en lo que se refiere al análisis formal del motivo de su obra. Esto no es ni bueno ni malo, es solo un nuevo sistema  de trabajo que aspira a que el efecto final sea lo más fiel a la fotografía de la que se ha partido. Así que será precisamente en la fotografía, su elección, ejecución y diseño, donde el artista volcará todo el contenido de su obra.

Mi reflexión no pretende juzgar esta forma de trabajo. Simplemente quiero destacar la ausencia de consistencia y complejidad que suelen presentar estas obras. Esto es debido al hecho de  dibujar de una manera tan simple y mecánica despojando a la obra de las estructuras internas que configuran la imagen. Es algo así como la diferencia entre un traje a medida y un prêt-à-porter.


















Ampliar o reproducir una fotografía manualmente siempre puede aportar algo personal. Esto, se hizo muy evidente,  en los años 60’ con los fotorrealistas americanos. Sus obras  deslumbraron al mundo artístico ofreciendo imágenes de grandes formatos y muy alta definición, cuando las técnicas de impresión y ampliación fotográfica presentaban bastantes limitaciones en ese sentido. Pero el vertiginoso desarrollo que en la última década han tenido las técnicas de impresión digital, han permitido resolver con creces ese problema. Hasta el punto de introducirse como procedimientos de pleno derecho en el mundo de la obra gráfica. Las impresiones Giclée, por ejemplo, son especialmente apreciadas en el arte contemporáneo, pues  permiten obtener imágenes en grandes formatos con calidades extraordinarias. Frente a estas soluciones, ¿qué puede aportar al arte la reproducción pictórica de una fotografía?. Mi opinión es que hoy día, muy poco. Salvo la manifestación de una sorprendente habilidad y una tímida piel de pintura que queda en un plano secundario.



DIBUJAR CON FUNDAMENTO
Pues bien, a pesar de la escasa consideración que se da a la enseñanza y aprendizaje del dibujo, estoy  convencido de las ventajas que puede aportar. Y no tanto por los resultados de los cuadros, que como he explicado se pueden atajar aplicando los métodos actuales, sino por las capacidades que el dibujo permite desarrollar en el estudiante de arte. Ya lo he mencionado y quiero insistir, La práctica del dibujo es sin lugar a dudas, una excelente gimnasia mental altamente beneficiosa para el ser humano.

La enseñanza del dibujo debe hacerse en un principio, a partir del natural. Y esto por varias razones. Conceptualmente es importante tomar conciencia de lo que es real. De lo que vemos delante de nosotros, con dos ojos, sin intermediarios. El natural es un escenario sin encuadre, ilimitado en el que nos podemos mover y variar los puntos de vista. Donde la perspectiva es variable, al igual que las distancias, la luz y las sombras. Donde, si queremos,  podemos tocar los objetos, para  comprender mejor sus formas. Iniciarse en el dibujo a partir de representaciones planas de la realidad, simplifica bastante las cosas. Si bien es cierto que partir de una fotografía, un dibujo o una pantalla sigue ofreciendo interesantes problemas para resolver. Pero siempre es mejor  iniciarse en el natural. Después la fotografía, cuyo auxilio será siempre muy apreciado.


COPIAR O IMAGINAR
Un dibujo es la solución gráfica de una observación o  de una imaginación. En todo caso un dibujo se presenta siempre como un conjunto de líneas o tonos, que estimulan al que lo observa el pensamiento de una idea o el recuerdo de una imagen conocida. Cuando vemos un dibujo, de entrada lo percibimos como un todo. Un flash, que de golpe nos transmite una idea y una sensación. Sin embargo cuando se dibuja es imposible hacerlo todo a la vez. Y esa es la gran dificultad de esta disciplina. Hay que empezar por un sitio y terminar por otro. Lo que implica que si no hay un control integral del trabajo, es muy fácil que lo que salga no corresponda a lo que se ve o a lo que se imagina. De ahí que el primer reto a conseguir es encontrar una técnica que nos ayude a mantener la visión de conjunto. Aunque el objetivo sea dibujar y pintar de imaginación o memoria, el adquirir la capacidad de visión integral, solo es posible mediante el entrenamiento a partir de un modelo. Practicar la copia exacta es la mejor escuela para conseguir una sólida formación como dibujante.

APRENDER A DIBUJAR
Hay diferentes métodos para capturar la imagen que se nos presenta a la vista. Pero podríamos resumirlos en dos. Los que utilizan sistemas de medidas y los que se aplican en la pura percepción.



Medir y encajar es el método clásico. Dado que el ojo se maneja mejor en zonas  pequeñas, los sistemas de medidas basados en la división del espacio permiten controlar las proporciones y la superficie disponible. Después vendrá el análisis de los contornos y la entonación. Pero siempre trabajando de lo general a lo particular.
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Otro método mas intuitivo, se basa en la localización de posiciones. Un punto indica un sitio, dos puntos definen una línea, pero tres puntos delimitan un plano. Se trata entonces de buscar puntos estratégicos en la forma a copiar. El proceso se inicia visualizando un triángulo o un cuadrado mediante la ubicación de sus vértices,  que a su vez se marcan en el papel. Esto se continua enriqueciendo con nuevos puntos. Lo cual permite al dibujante distribuir la configuración de la imagen con la sensación de un gran control del espacio. El dibujo así  va surgiendo en diferentes sitios del soporte.  Con este método, a diferencia del dibujo medido que permite el análisis lineal  casi desde el principio, no se usan trazos continuos sino lugares y posiciones. De esta manera puede incluso encajarse el motivo directamente mediante manchas o notas de color. 



Quisiera, con esta reflexión, animar y estimular a los alumnos del estudio y a todo aquel que se haya acercado a estas líneas, a reconsiderar la tendencia a rechazar el aprendizaje del dibujo en profundidad. Aprender a dibujar no es fácil, porque no es una habilidad manual, sino un entrenamiento visual-mental. Sin embargo, cuando se te abren los ojos y descubres que eres capaz de poner las cosas en su sitio, sientes una gran libertad. La libertad de poder abordar con seguridad  cualquier  disciplina que se relacione con las artes visuales,